Tuesday, July 15, 2008

Atravesando mis 10 minutos de sensatez

He decidido dejar la ilusión atrás, aunque sea por un rato. Hasta el día de ayer me había resistido a entender que mi vida no se resolvería como en las películas. Si quiero un final feliz me tendrá que costar... mucho. Mis expectativas siempre fueron el resultado de esperanza, ambición y fantasía. Pensaba que valía la pena pasar malos ratos porque después todo se compensaría con un gran finale hollywoodense donde la heroína vive feliz para siempre.

Después de intentar remediar mil errores cometidos, me di cuenta que la búsqueda por encontrar cosas buenas no tenía porque ser tan complicada. Estaba muy ocupada buscando a Mr. Right que fui incapaz de detenerme y comprender que no caerá del cielo, yo forjo mi propio destino y lo maravilloso de una persona no se ve a simple vista. Estaba convencida que merecía algo mejor, e ingenuamente me culpaba por ser incapaz de encontrar equilibrio emocional.

Desde luego que merezco algo mejor, pero no porque la vida me lo deba, sino porque yo me lo debo a mí misma. Me debo a mí misma dejar de estar esperando que el amor perfecto toque a mi puerta y entender que para ser feliz al lado de alguien me tengo que dejar querer. Basta soñar despierta porque eso no resuelve nada. Va a ser un cambio difícil, y ¿para qué miento? Me aterra.

En estos pocos minutos en que mi mente, harta de esperar que todos sus deseos se cumplan por arte de magia, entró en un estado de prudencia y sensatez, tomé la decisión de darle una oportunidad al ahora. Vale la pena, lo se.

Saturday, July 5, 2008

Itsy Bitsy Teenie Weenie Pink Striped Bikini

Tenía 15 años, a punto de cumplir 16. En unas vacaciones o quizás algún puente fui a visitar a la parentela a Cd. Juárez, Chih. Tenía contemplado, desde luego, ir de compras al otro lado de la frontera. Esta vez había pedido dinero expresamente para una compra, un bikini. Cansada de los trajes de baño de Limited Too cuyo top llega al ombligo con la toalla, las chanclas y la faldita que le combinaban, me aventuré a buscar un traje de baño que no dijera "mi mamá me lo escogió". Finalmente encontré uno de rayas rosas, blancas y negras. Era la manera perfecta de dar la bienvenida a un nuevo cuerpo. Una manifestación del fin de la pubertad y las ganas de que me voltearan a ver. Llegué a casa de mi abuela a presumir mi adquisición. Escándalo.

"Tu papá te va a regresar cuando vea lo que te compraste", comentó uno de mis tíos. Cuando le conté esto por teléfono a mi padre, nos reímos un poco admitiendo que esperábamos una reacción parecida. En medio de las discusiones con mis tíos (los que tienen hijas), les advertí que algún día serían ellos los que paguen por diminutos trajes de baño. Convencidos de que sus hijas jamás usarían dichos atuendos, expresaron opiniones desfavorables ante mi compra. De la misma manera mi prima, 3 años menor que yo, juró que nunca le interesaría usar un bikini. "Cuando cumplas 15 hablamos", le dije.

Más pronto cae un hablador que un cojo. Una de 18, una de 14 y la otra de 13. Teniendo los mismos padres que hace un par de años reprobaron mi deseo de broncear más piel, se pavonean en trajes de baño tan pequeños como aquel que causó conmoción. Me alegra. Se deben ver reguapas.