Muero un poco cada vez que en alguna clase nos toca analizar algún fragmento de una gran película y me encuentro con el doblaje castellano, casi siempre obligatorio. No es que yo tenga algo en contra de los doblajes y mucho menos en contra del acento español. Si no me queda de otra, puedo hasta disfrutar la experiencia de examinar cuidadosamente la riqueza y diversidad de nuestro idioma. Pero existen límites. No puedes pretender estudiar películas si las robas de la escencia actoral más pura, las voces y todo lo que éstas aportan. Por más que intenten convencernos que no hay mayor diferencia, no se dan cuenta de la importancia que tienen los diferentes timbres, tonos y volúmenes cuidadosamente seleccionados para dar a la película matices y atributos que, francamente, el doblaje no puede copiar.
Me parece maravilloso que respeten y defiendan el castellano. En ningún momento se debe exigir que se aprenda cualquier otro idioma, pero son incapaces de poner subtítulos. Me queda clarísimo que en la televisión o incluso en las salas de cine, para facilitar la comprensión, se traduzcan las películas. Sin embargo, en aras del estudio profundo y crítico deberían aprender a leer subtítulos.
No es esnobismo, no es que seamos unos mamones, es simplemente un grito de auxilio a los dioses de las versiones originales.
Me parece maravilloso que respeten y defiendan el castellano. En ningún momento se debe exigir que se aprenda cualquier otro idioma, pero son incapaces de poner subtítulos. Me queda clarísimo que en la televisión o incluso en las salas de cine, para facilitar la comprensión, se traduzcan las películas. Sin embargo, en aras del estudio profundo y crítico deberían aprender a leer subtítulos.
No es esnobismo, no es que seamos unos mamones, es simplemente un grito de auxilio a los dioses de las versiones originales.