La semana pasada viví una experiencia que espero se repita muchas veces en mi vida. Dentro de mi generación, el primer miembro familiar cercano se ha casado. Las bodas son generalmente ocasiones felices. Vas, te diviertes, felicitas a los novios. Raras son las ocasiones donde esa boda es para ti una celebración que puedes ver como personal.
Mi único primo hermano paterno se casó. Desde hace 15 años se mudó del país y conoció a una chica encantadora. Cuando decidieron casarse me escogieron como parte de los testigos en la ceremonia. Es costumbre que los miembros familiares más cercanos de los novios sean los padrinos. En la tradición norteamericana por parte del novio el best man, por parte de la novia la maid of honor. En esta ocasión, el hermano de la novia y yo fuimos los elegidos. O sea, él la maid of honor y yo el best man.
Como, me imagino, han visto en varias películas es típico del best man hacer el brindis en la fiesta. Ya saben, contar anécdotas embarazosas y chistes seguidos de un rim shot. La boda fue en Querétaro y llegué justo un día antes para el rehearsal dinner. Al acabar la cena se acercó mi primo y me pidió que hiciera un brindis en la fiesta, ya saben, como el best man. Dije que claro que sí, seguido en mi mente por un 'oh shit, ¿y qué voy a decir?'
Al día siguiente teníamos que madrugar y hacer mil cosas antes de la ceremonia a medio día. Entre ratos, escribía notas de cosas que se me iban ocurriendo (y cosas que googleaba). Acabé con unas cuantas líneas y una idea más o menos clara de lo que quería decir. Lo escribí en inglés porque era un mensaje que quería dar a ambos, y ella no habla español. Además tenía que memorizarlo, no podía sacar mis hojitas rayoneadas.
Llegó el momento. Tenía que hablar. Yo, helada (porque hacía un frío de los tres mil carajos). Con trabajos me acordaba de lo que quería decir. Pero mágicamente salió, todo lo que quise haber dicho empezó a formarse como si viniera de la nada.
¿Qué dije? Comencé presentándome y hablando de mi relación con el novio. Desde luego un rollo sentimental acerca de la distancia entre dos personas y cómo ésta no es impedimento para una relación cercana. Después hablé de la novia un poco y de que nos había encantado conocerla y estábamos muy felices de que se casaran. Y cerré con un mensaje más universal, algo de lo cual podríamos aprender fácilmente. Les agradecí, a nombre de todos, que nos dejaran ser testigos de una unión basada en el amor, el respeto, la confianza y la convicción de que se casaban no porque creyeran que podían vivir el uno con el otro, sino porque sabían absolutamente que no podrían vivir el uno sin el otro.
Para Juan y Ania.
Como, me imagino, han visto en varias películas es típico del best man hacer el brindis en la fiesta. Ya saben, contar anécdotas embarazosas y chistes seguidos de un rim shot. La boda fue en Querétaro y llegué justo un día antes para el rehearsal dinner. Al acabar la cena se acercó mi primo y me pidió que hiciera un brindis en la fiesta, ya saben, como el best man. Dije que claro que sí, seguido en mi mente por un 'oh shit, ¿y qué voy a decir?'
Al día siguiente teníamos que madrugar y hacer mil cosas antes de la ceremonia a medio día. Entre ratos, escribía notas de cosas que se me iban ocurriendo (y cosas que googleaba). Acabé con unas cuantas líneas y una idea más o menos clara de lo que quería decir. Lo escribí en inglés porque era un mensaje que quería dar a ambos, y ella no habla español. Además tenía que memorizarlo, no podía sacar mis hojitas rayoneadas.
Llegó el momento. Tenía que hablar. Yo, helada (porque hacía un frío de los tres mil carajos). Con trabajos me acordaba de lo que quería decir. Pero mágicamente salió, todo lo que quise haber dicho empezó a formarse como si viniera de la nada.
¿Qué dije? Comencé presentándome y hablando de mi relación con el novio. Desde luego un rollo sentimental acerca de la distancia entre dos personas y cómo ésta no es impedimento para una relación cercana. Después hablé de la novia un poco y de que nos había encantado conocerla y estábamos muy felices de que se casaran. Y cerré con un mensaje más universal, algo de lo cual podríamos aprender fácilmente. Les agradecí, a nombre de todos, que nos dejaran ser testigos de una unión basada en el amor, el respeto, la confianza y la convicción de que se casaban no porque creyeran que podían vivir el uno con el otro, sino porque sabían absolutamente que no podrían vivir el uno sin el otro.
Para Juan y Ania.