Tenía 15 años, a punto de cumplir 16. En unas vacaciones o quizás algún puente fui a visitar a la parentela a Cd. Juárez, Chih. Tenía contemplado, desde luego, ir de compras al otro lado de la frontera. Esta vez había pedido dinero expresamente para una compra, un bikini. Cansada de los trajes de baño de Limited Too cuyo top llega al ombligo con la toalla, las chanclas y la faldita que le combinaban, me aventuré a buscar un traje de baño que no dijera "mi mamá me lo escogió". Finalmente encontré uno de rayas rosas, blancas y negras. Era la manera perfecta de dar la bienvenida a un nuevo cuerpo. Una manifestación del fin de la pubertad y las ganas de que me voltearan a ver. Llegué a casa de mi abuela a presumir mi adquisición. Escándalo.
"Tu papá te va a regresar cuando vea lo que te compraste", comentó uno de mis tíos. Cuando le conté esto por teléfono a mi padre, nos reímos un poco admitiendo que esperábamos una reacción parecida. En medio de las discusiones con mis tíos (los que tienen hijas), les advertí que algún día serían ellos los que paguen por diminutos trajes de baño. Convencidos de que sus hijas jamás usarían dichos atuendos, expresaron opiniones desfavorables ante mi compra. De la misma manera mi prima, 3 años menor que yo, juró que nunca le interesaría usar un bikini. "Cuando cumplas 15 hablamos", le dije.
Más pronto cae un hablador que un cojo. Una de 18, una de 14 y la otra de 13. Teniendo los mismos padres que hace un par de años reprobaron mi deseo de broncear más piel, se pavonean en trajes de baño tan pequeños como aquel que causó conmoción. Me alegra. Se deben ver reguapas.
"Tu papá te va a regresar cuando vea lo que te compraste", comentó uno de mis tíos. Cuando le conté esto por teléfono a mi padre, nos reímos un poco admitiendo que esperábamos una reacción parecida. En medio de las discusiones con mis tíos (los que tienen hijas), les advertí que algún día serían ellos los que paguen por diminutos trajes de baño. Convencidos de que sus hijas jamás usarían dichos atuendos, expresaron opiniones desfavorables ante mi compra. De la misma manera mi prima, 3 años menor que yo, juró que nunca le interesaría usar un bikini. "Cuando cumplas 15 hablamos", le dije.
Más pronto cae un hablador que un cojo. Una de 18, una de 14 y la otra de 13. Teniendo los mismos padres que hace un par de años reprobaron mi deseo de broncear más piel, se pavonean en trajes de baño tan pequeños como aquel que causó conmoción. Me alegra. Se deben ver reguapas.
2 comments:
Estupenda narración, perfecta descripción de las razones de la intolerancia contra las de la indulgencia. Respeto a los gustos y a las circunstancias. Bravo por ti, te quiero mucho.
Yo digo que eran puros celos, las razones de tus primas :P
Post a Comment