Comienzo por admitir que estoy [mal]acostumbrada a muchas cosas. Fascinada por las diferencias culturales que provocan una reacción diferente en cada persona, me di cuenta que muchos mexicanos estamos viciados a recibir servicio. En este país las cosas funcionan de manera diferente, muy en el estilo DIY (do it yourself). No me dejarán mentir las personas que han vivido los shocks emocionales de cruzar la frontera, muchas de las cosas que dabas por sentadas se convierten en quehaceres cotidianos. Esta vez la situación se complica aún más, pues soy la asistente de alguien, estoy encargada de realizar los quehaceres de alguien más.
Llegamos la oficina, apago el coche. "Gaby, ya no tenemos gasolina", le comento mientras veo que el tablero anunciaba un tanque casi vacío. Después de un rato me pidió que fuera a traerle un café, y de paso buscara una gasolinera y cargara combustible. Chale, a encontrar una gas en una ciudad que no conozco. Después caí en cuenta que las bombas son, um, self-service. Cuando estoy [mal]acostumbrada a ni siquiera bajarme del coche, esta vez sería yo quien debe hacer todo.
No había llegado muy lejos cuando inesperadamente el coche se apaga. Con la pura inercia alcancé a orillarme, pero no podía dejarlo ahí. Craaap. Se quedó sin gasolina. Ahí estaba, a la mitad de Santa Monica Boulevard intentando empujar un Mercedes de media tonelada. Además, llovía. Pasó un hombre que hacía ejercicio y me vio desesperada, me ayudó a mover el coche y acercarlo a la banqueta. Aún así quedó bastante chueco.
Le hablé a Gaby y me dijo que esperara a un sujeto de la producción que iría a ayudarme. Lo esperé un par de cuadras adelante. Llegó y lo primero que me dijo es que no era algo grave. Justo lo que necesitaba escuchar. Lo llevé hasta el coche para que revisara que efectivamente se hubiera quedado sin gasolina. Blam. En el parabrisas una multa OUTSIDE DEFINED SPACE.
Tuvimos que ir comprar una de estas bombas portátiles de gasolina, llenarla y ponerle al coche para poderlo llevar a la gasolinera que quedaba a, no es broma, tres cuadras de donde se había parado. Aunque no había pasado a mayores el chistecito salió en una bella multa por 40 dólares. Manejar aquí es sumamente complicado para los que estamos [mal]acostumbrados a hacerlo en México. Las reglas se cumplen, y son muchas y te las tienes que saber.
Al final del día me fui con mi computadora al patio del hostal. Es un hostal juvenil donde todas las noches hay fiesta. Platiqué con personas que se acercaron, entre ellos un chavo asiático. Le pregunté de dónde era, dijo que de Taiwan, en un acento americano perfecto. Me contó que había vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos, entonces se consideraba gringo.
Me hizo la misma pregunta. Le contesté que mexicana. "No, but, culturally what are you?" Vaya día para haberlo preguntado.